Las buenas intenciones

“Nunca digas a tu prójimo: “Vuelve más tarde; te ayudaré mañana”, si hoy tienes con que ayudarlo.”  Proverbios 3, 28

Vivimos en una sociedad donde se posterga todo. Sobre todo, aquello que nos es difícil o desagradable. Se postergan las dietas, los ejercicios, la maternidad, el matrimonio, el estudio, los compromisos, y hasta los buenos propósitos.

Hay situaciones y momentos en la vida que ameritan una toma de decisión. No bastan las buenas intenciones, porque solemos decir: “lo voy a hacer, pero…” Y es justo ese “pero” el protagonista de la postergación. Queremos hacerlas cosas que entendemos debemos hacer o quisiéramos logra, pero… cuando tenga más dinero, cuando pase la navidad, después que los niños crezcan, cuando volvamos de vacaciones, el próximo lunes…

Y lo cierto es que esas buenas intenciones no bastan. Vivimos tiempo de toma de decisiones que cambiarán radicalmente la vida de los seres humanos que se atrevan a ello. Decisiones trascendentales y sin duda impostergables.

Es tiempo de tomar acciones. Acciones que permitan frenar el desenfreno. Actitudes serias y valientes contra la maldad que permea nuestra sociedad, luces para iluminar la podredumbre de la oscuridad de la tolerancia, la ignorancia, la doble moral… Es tiempo de dar la cara por el bien. Ese bien que queremos para nuestra familia, pero que no cosechamos, que no protegemos. Y así, cuando llegan los retos, no tenemos armas con qué luchar y sucumbimos. Pero no por las circunstancias externas, sino por nuestras propias decisiones o falta de decisiones.

Maribel  Lazala

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